lunes, 26 de marzo de 2012

Supongo


Te veías concentrado frente a tu ordenador, leías y leías, a ratos tomabas un lápiz y tirabas rayas sobre la croquera. No quise consultarte que dibujabas, no acostumbro interrumpirte cuando trabajas.

Metí la mano en mi cartera, puse el móvil en silencio, saqué mis anteojos y un pequeño libro que hace días encontré tirado en la casa de mis abuelos. Me acomodé en tu cama, aquella impregnada de tu aroma a tabaco. Leí sobre la felicidad y el amor. Una novela antigua de autor anónimo, que decía que a veces el amor duele, otras no, pero que el dolor no debe ser una condicionante, más bien el respeto, la lealtad, el cariño y…
No logro recapitular más, el sueño me embargó. Sólo recuerdo que escuché cuando te paraste de la silla del escritorio, caminaste sigiloso, supongo que para que las tablas viejas del piso no crujieran, tomaste mi libro y luego me abrazaste fuerte para que descansara en tu pecho, me cobijaste y besaste mi frente. Supongo que aquello también es parte de lo que leí sobre el amor.