miércoles, 4 de mayo de 2011

Mi ciudad


Así me gusta este lugar, con los ancianos jubilados sentados en las plazas dando de comer aquellos alados animales. Con los perros ladrando a los ciclistas luego de haber dormido siesta tirados en la sombra.

Con aquella dueña de casa que aprovecha de barrer la calle junto a sus vecinas, comentando las últimas intimas noticias de aquella señora que vive a más cuadras y que quizás no les agrada tanto.

Con los niños que vienen de la escuela, caminando por la orilla de la calle, con la mochila puesta, y la casaca amarrada a ella a medio arrastrar por el pavimento. Sus zapatos sucios, llenos de tierra, evidenciando la “pichanga” que jugaron en la cancha del colegio.

Se huele desde la plaza el aroma a pan que sale de la panadería por la tardes. Marraquetas calientes y crujientes listas para ponerles mantequilla y acompañar el té.

Se escuchan los gritos y llanterías de aquellos menores de cuatro años, que aún no van al jardín y que acompañan a mamá al pan solo para pedir su golosina diaria. Y que al no ser consentidos revientan en gritos, tirándose y pataleando en el suelo.

Cuanto adoro este lugar, cuando llega el otoño y las hojas de los arboles caen en la vereda como alfombre sonora. Alertando del paso de algún transeúnte.

Y luego el invierno, con aquella lluvia que empapa cuanto se le cruza por delante. Dibujando pozas en la acera especiales para darse cuenta que tan niños seguimos siendo. Llevándose consigo los recuerdos de un ayer y limpiando el camino para un mañana.

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