lunes, 24 de septiembre de 2012

Escena preferida


Aquel panorama con ese aroma presente, aquel que día a día se impregna en tu piel, calando tus poros. Recostado, con tu cabeza sobre mis piernas. Por largos minutos, quizás fueron horas, en que observé aquella inocente belleza presente en ti. Piel suave, ojos despiertos, con un café definitivamente más claro y transparente que el que imaginé. Pestañas orientadas al cielo, como una bella animación oriental y aquel imponente perfil que con la punta de mis dedos recorrí.
Mis manos son cálidas y curiosas, sin estar consciente de aquello, ya acariciaba tu pecho. Por largos minutos la palma y dedos de mis manos peregrinaron por tu piel instintivamente, mientras la gente transitaba frente a nosotros sin destino. Quizás más de alguno de ellos observó aquella tierna escena de la que eramos protagonistas, o quizás no, pues la primavera nos ensimisma, y cada uno vive en su propia burbuja, como si nada ni nadie importara más que a quien amas.
Me desconcentré de nosotros, y me concentré involuntariamente en el sonido del viento, en el crujido de los arboles al pasar la brisa a través de su existencia. Las tonalidades que toman las hojas al llegar la tarde, hacen que hasta nuestro respirar sea distinto. El cielo celeste-amarillo, las nubes alargadas y poco consistentes ya indican que la primavera ha hecho de lo suyo.
De pronto siento que vuelvo, y eres tú quien me hace volver. Me observabas con atención, con esa mirada tierna y dulce que te caracteriza me contemplas. Mi mirada choca con la tuya y no hago más que sonreír y acariciar una de tus mejillas. Levantas un brazo, alcanzando mi pelo para acariciarlo te levantas, te acercas, y buscas mi boca para fundirnos en el beso más delicado que podría coronar aquella escena.
El telón baja, el público se retira, las luces se apagan, y ya estoy acostada junto a él. En silencio, a oscuras, respirando el aroma de aquel afable hombre que entre sus brazos me hace sentir parte de su ser.